25 de mayo de 2011

Prohibido Estacionarse

Estos momentos, cuando más estresada y presionada me encuentro, más intento darme a la fuga y la inspiración vuelve… (Seh, fanática del trabajo bajo presión). Por eso, decidí comprometerme a escribir al menos un capítulo por semana de esta historia. En realidad, me sorprende que me anime a publicarla, siendo que quería hacerla hasta que estuviera completa. No es larga, considero que en total serían como unas cincuenta páginas.

Bueno, déjenme darle una presentación nueva: Es un relato homoerótico, que habla de una relación nueva, apasionada, pero haciendo hincapié a que es reciente. Bueno, pues, espero que sea de su agrado y en realidad, no me gusta anunciar lo siguiente, pero es necesario: Registrada bajo derechos de autor. ¡Disfruten! ¡Y gracias y les nace después de esto, dejar un comentario!


PROHIBIDO ESTACIONARSE

Capítulo 1

Éste será mi primer cumpleaños en el que estemos juntos.

Al despertar en la mañana del cuatro de abril, ése fue mi primer pensamiento del día e inevitablemente extendí una sonrisa boba. Sí, hacía poco más de cuatro meses que nuestros caminos se habían cruzado, pero aun así yo era inmensamente feliz. Y no podía evitar tener el sentimiento de que había entrado a una de las épocas más maravillosas de mi vida, si no es que la mejor.

Con eso en mente, llené de energía mi cuerpo, para iniciar un día más de mi último año de universidad. A mis 23 años, apenas tenía tiempo para verlo entre clases, tareas y después el trabajo como mesero que me permitía solventar mis gastos tanto de la escuela como del sencillo apartamento de dos habitaciones en el que vivía, luego de haber decidido por mi cuenta el querer independizarme.

Fue en medio de todo este ajetreo cuando lo conocí. No es un compañero de la escuela, ni del trabajo, ni siquiera un cliente recurrente de la cafetería. Él sencillamente un día apareció en mi vida y se introdujo en ella como si me conociera desde siempre. Sólo llegó decidido a quedarse y comenzó a importarme antes de que yo mismo me hubiese dado cuenta.
Al tener escasa vida social, apenas tenía tiempo de convivir con alguien más que no fueran mis libros y mi computadora, pero existió el día en el que, peleándome por lograr entrar al vagón de un saturado metro, en medio de la multitud que exigía ingresar aun cuando ya no cabía nadie más, lo conocí.

Yo estaba con la espalda pegada a la pared metálica del transporte subterráneo, mirando mi par de tenis de color blanco y negro que colindaban con muchos otros calzados de diferentes especies. Mi mente divagaba constantemente entre un proyecto escolar y el tiempo que debía dedicarle, lo cual en resumidas cuentas me debía dejar con diecinueve horas para dormir en la semana. La cafeína sería vital a lo largos de los días y poco a poco me había acostumbrado a mis irregulares horas de sueño, así que lo último que necesitaba era algo que desorganizara mi vida todavía más, sobre todo cuando me encontraba tratando de ordenarla.

Ahora que lo pienso, quizás hubiese sido una buena idea haberme puesto un letrero en el pecho con la leyenda «Prohibido estacionarse»

No tiene caso ponerme a pensar por qué razón levanté la vista. Probablemente ni siquiera haya una razón, sólo fue algo que hice. Fue en la segunda estación de mi recorrido diario cuando descubrí que no era el único al que le tocaba sufrir el congestionamiento de gente, pues había alguien frente a mí que recargó su mano en la pared para tratar de no aplastarme por los empujones de los demás que entraban y salían.

Era alto, porque cuando alcé mi rostro, encontré una corbata roja mal hecha acompañada por un traje negro. Estábamos a treinta centímetros el uno del otro, sintiendo un calor apremiante a pesar de ser diciembre pero que ya había aprendido a ignorar. Perfeccionista, como lo he sido desde siempre, tenía el deseo de levantar mis manos y arreglar el nudo rojo que se balanceaba de atrás hacia adelante justo frente a mis ojos.

―No te atrevas. ―Tardé más tiempo del planeado en reaccionar, ya que no imaginaba que esa gruesa voz estuviera dirigida a mí. Imaginaba que sólo era un murmullo más de las conversaciones que normalmente se sostenían en el camino. Pese a eso, mis ojos se desviaron a su rostro, uno que no esperaba. Por el traje, tenía el infantil pensamiento de que era un adulto de treinta y cinco años, pero la faz que encontré era de alguien de mi mismo tiempo, quizás sólo unos dos o tres años en superioridad.

Parpadeé varios segundos. No, no me había quedado impresionado por su inmenso atractivo, el cual en realidad ni siquiera era inmenso ―aunque de mi lado no había mucho que presumir tampoco―, lo que yo sentía era sorpresa por tratar de imaginarme si él se había dado cuenta de mis intenciones con el feo nudo de su corbata.

―¿Es… a mí? ―pregunté, mirándolo a los ojos. Él rodó los suyos, mientras el metro hacia una de sus improvisadas paradas que toman con la guardia baja a todos. Nos quedamos en silencio, sencillamente observándonos el uno al otro, como si fuera lo más normal del mundo. El ruido molesto que indicaba la parada en una nueva estación fue el que destruyó nuestra burbuja, pues él desvió la mirada y sin expresión alguna, se abrió paso entre la multitud para bajar del vagón.

De esa manera, él y yo nos conocimos. Y no pude olvidar a la corbata roja mal anudada y al dueño de ella, aunque francamente no esperaba volver a verlo, ya que era sólo una persona más de entre las miles diarias con las que mi camino se cruzaba.

Me equivoqué. Exactamente a los diez días del acontecimiento, yo salía de la universidad en un horario que me permitió tener un asiento del vagón y en el que a los pocos segundos me quedé adormilado con los brazos cruzados sobre mi mochila negra desgastada. Realmente no es algo a lo que se le pudiera llamar como un descanso, pues sentía claramente cada parada en las estaciones y la gente que iba y venía aunque sin tener las ganas suficientes para abrir mis ojos y mirar lo mismos anuncios de siempre.

Sin embargo, fue una tos fuera de tiempo lo que me hizo entreabrir mis ojos… y al hacerlo, estaba nuevamente esa persona frente a mí, pero siendo sincero no lo reconocí a él, sino al poco agraciado nudo de la corbata, aunque ahora era de un color totalmente distinto; era verde oscuro.

Torpemente, me acomodé en mi asiento y lo miré, aclarando mi distraída mente y confirmándome a mí mismo que era el sujeto de la vez pasada. Él pareció también reconocerme cuando me miró a los ojos y sonrió. Obviamente, no tenía ningún espejo enfrente pero aun así supe que la expresión que le dibuje fue como si estuviera sentado frente a un enfermo mental.

―Babeas ―dijo con esa misma voz amenazante, aunque ahora no pude dejar de notar que su timbre de voz podría ser más bien de burla.

Abrí mis ojos completamente, él había conseguido desaparecer todo el cansancio con una palabra que me obligó a llevar la mano a la esquina de mis labios que estaban húmedos y así darme cuenta de que había estado derrochando mi saliva durante el breve trayecto realizado. Me avergoncé, pero era algo que no podría demostrar frente a él.

Al levantar el rostro, él ya no me miraba con su sonrisa burlona. Observaba hacia el vidrio, obviamente pensando en algo, ya que no había paisaje alguno que admirar además de las paredes que te mareaban porque el vagón iba demasiado rápido. De alguna manera sentí que al menos, podría mostrar un poco de educación hacia él, preguntándole si se encontraba bien, aunque por otra parte ¿por qué habría de hacerlo? Ni que yo fuera tan descarado para meterme en la vida de este perfecto desconocido.

Mi cuerpo saltó por inercia cuando sus pupilas atraparon las mías en el momento de estarlo observando y debatiéndome conmigo mismo. Sólo fue eso antes de que él perdiera todo interés en mí y volviera a sus propias cavilaciones, así que opté por hacer lo mismo. Acomodé mi cuerpo una vez más y asegurándome de que no abriría mi boca, cerré los ojos y me perdí en el sueño que ahora, más que por necesidad, era por el deseo de no tener nada en mente y poder relajarme.

Cuando reaccioné, estábamos por llegar a la última estación; me había pasado de mi camino por quedarme dormido. El vagón estaba casi vacío y por supuesto, él no estaba. No me di cuenta de que en ese momento, al despertar, inconscientemente lo estaba buscando. Cuando alcé la mano para cubrir el bostezó que de mi salió, me percaté que en mi mano había un papel. Y yo no recordaba haber traído ningún papel.

Miré la hoja arrugada y descubrí escritos en ella, unos números que vistos con mayor atención eran los de un celular. Y no era sólo eso, también habían unas palabras que decían: «No seas cobarde»

Recuerdo no haber entendido qué había querido hacer, o quizás sí, pero estaba demasiado impresionado como para reaccionar en ese instante. La voz dulce y femenina que pedía ningún pasajero quedara abordo fue lo que me impulsó a levantarme y salir del vagón. Realizando las cosas por inercia, subí escaleras para salir del subterráneo al mundo exterior; recordé entonces que estaba en el lugar incorrecto y bufé. No pretendía volver abajo, decidí que prefería regresarme caminando para mirar lo que había de nuevo a mí alrededor.

Quizás nada nuevo, pero si diferente.

Esa tarde, al abrir la puerta de mi habitación, aventar la mochila a mi escrito y después arrojarme boca abajo a mi cama, aún con el papel que había adquirido en el metro…

…todavía no me daba cuenta de que alguien había tocado a mi puerta y yo, por la simple costumbre de atender cuando llamaban, me había asomado para ver quién era el que había llegado a mi vida a instalarse, sin dar siquiera un aviso de ello.

24 de mayo de 2011

Proyecto de Mayo. Microrrelato.

Mi segunda participación en el proyecto Adictos a la escritura. Espero les guste ^-^

A mi autor


Aún sigo aquí, abandonado en un rincón de tu mente, pero sigo de pie. Inicié como una vaga idea que poco a poco tomó forma pero que nunca se concluyó totalmente. No tengo demasiadas especificaciones y poseo pocos rasgos, pero sé que mis ojos son verdes y que soy un hombre que frecuentemente sonríe. No tengo una vida pero te conozco, porque tú fuiste quien me creó y por eso sé que tendré un gran amor al que pondré por encima de todo pese a lo que sufra, porque te encanta torturarnos con ese sentido del humor tan maniaco.
Por eso, continúa. Estoy ansioso por conocer mi historia y estaré aquí acompañándote los días y las noches en las que me plasmes en letras, sin importar cuánto es lo que tardes, aún si son años.

Sólo no me olvides. Escríbeme.

Tu personaje.

18 de mayo de 2011

Bolitas de Papel

Presentaré otro pedazo de la sección, Bolitas de Papel, con un relato incompleto que salió fluidamente. Nunca le puse título ni punto final, pero a decir verdad, creo que le tomé su apreció. Un pedacito más de mi y de lo que suelo escribir en ocasiones.




Resumen: Yo no buscaba nada en ti. Ni siquiera buscaba ser feliz. Sólo necesitaba que alguien me abrazara y me consolara. Alguien que sonriera cuando me viera. Tú llenabas esos requisitos, pero, eso no significaba que yo te amara…

Te necesito

¿Has tenido alguna vez, esa vaga sensación en tu pecho que te dice que todo terminará? Un día cualquiera despiertas, y mientras intentas arreglarte frente al espejo, te das cuenta de que el punto final será escrito ese día. Le llaman presentimientos. Yo no creo en eso y por eso le llamo aceptación. La aceptación que todo se ha ido por un tubo, o volando, pero sabes que es tu culpa, o quizás la de ambos. Preferentemente la de él para así sentir menos remordimientos o creer que tú nunca te equivocaste.

Eso mismo estoy haciendo ahora.

―¡No seas cobarde, maldita sea! ¡Dime al menos la verdad! ¡Dime que es por esa zorra por la que me dejas!

Nunca fui buena para controlar mi vocabulario. Y eso le enfadaba. Lo peor es que yo sabía que le enfadaba y nunca hice nada para remediarlo. ¿Por qué hacemos eso las personas? Esperar a que el otro se acostumbre a nuestra personalidad… ja, como si eso fuera posible.

―No estamos hablando de terceras personas, Elizabeth. Estamos hablando de nosotros.
―¿Nosotros? No seas imbécil, por el amor de Dios. ¡No existe un “nosotros”!
―El hecho de que te esté terminando, no quiere decir que ignoremos que haya habido una historia.

Odio, definitivamente odio con todas mis fuerzas, aquellos seres que en el último momento, en el instante más inadecuado, quieren hacer gala de una madurez que jamás tuvieron. Son adultos cuando te arrojan al basurero, pero nunca lo fueron para atreverse a enfrentar los problemas que tenían sencillas soluciones.

―¿Sabes qué? Sí, tienes razón. Soy lo peor. Ahora, ¡lárgate! Vete y sé feliz con esa. ¡Ojalá sean muy felices juntos en su cuento de hadas perfectos!
―Elizabeth…
―No, Alberto. Vete, porque ya no hay nada que hablar entre nosotros. ¡Vete!
―Lo siento.

Él me obedeció. Me tocó el hombro y dio la media vuelta para seguir un camino que yo conozco. El que lo llevaría más rápido a su casa, donde sin duda alguna, le hablará a la otra para decirle que finalmente se ha desecho de mí. Puedo ver las sonrisas de ambos y eso me provoca nauseas. Ni siquiera tuvo la decencia de terminar conmigo en un lugar íntimo, pues estoy de pie, mirando por dónde se va, a mitad un parque, donde muchos presenciaron esta escenita tan deprimente. Escucho las risas de unas chicas, las cuales seguramente se burlan de mi cara llorosa y mi rostro desconcertado, pero es que no puedo evitarlo. No tengo fuerzas para moverme, sólo consigo sentarme en la banca y cubrirme el rostro con ambas manos, sollozando.

De verdad amaba a Alberto, aunque muchos no lo creyesen. Él y yo nos conocimos hace dos años, a finales del invierno. Creí que me había encontrado finalmente con mi príncipe azul, ya que era todo lo que jamás hube soñado. Tenía un trabajo estable, era responsable, caminábamos tomados de la mano, hablábamos horas y horas, sencillamente compatibilizábamos… supongo que como cada maravilloso inicio de cualquier relación.

Después de que la magia le cedió paso a la realidad, fue cuando comenzamos a darnos cuenta de nuestros defectos. Él era muy impuntual y me sentía avergonzada de esperarla sentada media, una o inclusive dos horas. Odiaba con mis fuerzas eso, pero no tenía el valor para irme y dejar de esperarlo. Me abrazaba como si yo fuese su posesión y no cumplía sus promesas. Cuando nuestra relación avanzó a un mayor grado de confianza, me tocaba los pechos y el trasero en público. Lo odiaba y le decía que era molesto. Nunca me hizo caso. Detestaba sus regalos y que no compartiera ni la más mínima emoción de cosas que para mí eran importantes y continuamente se burlaba de ellas… ahora que lo pienso, no sé cómo pude soportar una relación tan mala… ¿por amor, quizás?

Tampoco tiene él la culpa entera. Como ya hube mencionando, le fastidiaba mi vocabulario. Tampoco le gustaba salir demasiado; era una persona demasiado conservadora para un espíritu tan libre como lo es el mío. Amaba las alturas, él las odiaba. Era algo asfixiante. Le molestaba que fuese una persona fría, pero jamás podía ser empalagosa. Salimos bastante lastimados de esta relación. Aún ahora, sigo sin comprenderlo, porque lo que, por muy egocéntrico que suene, hablaré de mi. Hirió de muchas maneras mi autoestima… posiblemente, se dio cuenta que en ese entonces, yo no me amaba a mi misma y dependía de su amor. Tal vez también por eso le fue fácil engañarme. Porque si era yo la imbécil que le esperaba sentada dos horas en una plaza, sin moverme para nada de mi sitio, era igual de tonta para esperarlo mientras se acostaba con otra.

Lo que más me molesta de esto, no es lo que Alberto hizo, sino que fue él quien me terminó. Después de todo este tiempo, me doy cuenta de que sigo sin amarme ni respetarme lo suficiente, pero, ¿qué podría hacer al respecto? Desde pequeña tuve esta autoestima mala. En el colegio, las demás niñas me insultaban diciendo que era la más fea y me quedaría sola para siempre. Mi prima tiene mi misma edad y cuando cumplimos la edad en la que nos empezamos a interesar por los demás, ella era hermosa. En cambio, yo era la fea, a la cual se acercaban porque querían conocer a su prima. De verdad que odie mi vida.

Suena patético relatar esto de mí. No quiero parecer una de esas chicas indefensas, tampoco quiero ser una damisela en apuros, pero no me tocó llevar fácilmente mi carga. Cuando tenía seis años, fui abusada sexualmente por uno de mis primos, diez años mayor que yo. Eso me destruyó… es decir; de alguna forma sobreviví en cuerpo, pero mi alma se hizo añicos. Recuerdo muy bien que al final de mis cuadernos de la escuela, escribía a mi tierna edad la frase “Quiero morir” ¿Por qué una niña de esa edad tenía que tener tales pensamientos? Nadie nunca se enteró de ello, así que salí con ese secreto adelante completamente sola.

Hasta que Alberto logró darme la confianza necesaria para revelarle ello… y no me creyó. Él nunca me creyó lo que le decía. ¿Por qué? Sinceramente no lo sé, pero no me creía. Tenía que comprobarlo con terceros para que lo hiciera. Obviamente nadie podría respaldar la historia de mi abuso así que, ¿por qué creer que lo que yo decía era verdad?



Esto fue todo lo que logré escribir una madrugada cualquiera.

A decir verdad, fue bastante divertido cuando puedo escribir tan rápido y con tanta facilidad. Y esta es una historia más de la que quizás, no pueda
ver el final.




14 de mayo de 2011

Buscando al Principito

Esta entrada en especial, está dedicada a una de mis mayores debilidades de la literatura “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry, obra que todos conocemos, o al menos, estoy segura de que todos hemos llegado a escuchar. Por supuesto, como amante de cada una de las acciones del Principito y de los escritos, prefiero por encima de todas las cosas el libro, pero hoy me dio la motivación suficiente para compartir algunas cosas que he encontrado en la red, que están basadas en esta historia tan hermosa.

Por supuesto que todos sabemos que nada se parece al original, ni tendrá su completa belleza, pero estoy segura de que también hay quienes disfrutaran de estas versiones. No se trata de comparar, se trata de disfrutar, pues quien haya leído y comprendido el libro, sabrá que no habrá igual en esto.

Primero, para sorpresa de muchos ―Incluyendo la mía, cuando lo encontré―, mostraré un video del anime que tuvo la historia.

Titulado como: “Las aventuras del principito” con un total de 39 capítulos, producidos por Knack Productions. Aclaro ―Nuevamente y para aquellos adultos―, que es algo basado. Aquí, el Principito es ayudado por un ave llamada Swifty, quien le enseña cómo viajar por el universo, siendo su destino más frecuente; la tierra.

La “voz” que le han dado aquí a Saint-Exupéry, es la que nos presenta cada capítulo. Apareció en 1978. Aquí una pequeña muestra de ello:



Lo siguiente que presento, es una de las películas que hicieron, esta en 1974. Es una buena adaptación, pese a que, tienes números musicales (Y no digo que sea malo, una de esas canciones me encantó). De hecho, la parte más criticada de esta película, es la del pozo a mitad del desierto, puesto que en ésta encuentran más bien un oasis. Sin embargo, es bastante adorable la película, y presento algunos fragmentos de ella, los cuales, son de mis favoritos.

El primero, cuando el aviador y el Principito se conocieron.



La segunda, el Zorro y el Principito.



Y por último, la despedida del zorro y el Principito.



Esta película fue dirigida Stanley Donen.

Espero que hayan encontrado divertida la entrada, pese a todo. Un abrazo.

“Todas las personas mayores fueron al principio niños (Aunque pocas de ellas lo recuerdan).”

―Antoine de Saint-Exupéry

13 de mayo de 2011

Resucitó

―¡Está vivo! ―grita, con un trueno cayendo, mientras se observa un castillo antiguo. Y no es una parodia de Frankenstein.

Ya, en serio. Después de un largo rato, parece que blogger ha regresado, pero con ello perdí varias cosas, incluidos comentarios y varios diseños que había hecho en mi plantilla. A decir verdad, ésta no es la entrada que había planeado publicar pero creo que hasta que vea que el servicio ha sido regularizado, no subiré nada aún. Es decir, la entrada la puedo recuperar nuevamente pero… ¿mis comentarios? No, no, no… mejor hasta que twitter se calme y todos aseguren que su blog funciona, es cuando me arriesgaré. (Porque Blogger no dice nada, jajaja).

Mientras tanto, no perdería la oportunidad de anunciar esto (aunque ya debe de haber un montón de entradas similares), que seguramente a más de uno por aquí le molestó. ¡Pero es viernes! Habrá que mantener la sonrisa pese a todo. ¡Buen fin de semana!

10 de mayo de 2011

De la vida diaria

~Proyecto: Germinar~

Segunda parte

Quería poner esto, hasta que hubiera avances que reportar decentemente. ¡Y los hay! ¡Parece que después de todo, voy por el camino del bien y no por la oscuridad, donde termino asesinando plantas, jojojojo. Pero como se ve más linda la historia relatada en imágenes (Imágenes malas, son fotos tomadas por mi celular, no esperen la gran cosa, jaja) ahí va:



Como verán, el siguiente paso era ponerlo en un lugar, donde lo regaría y le pondría agua. Aquí está la evidencia de que trabajé en ello.


Y aquí, señoras y señores, no sólo es un ángulo distinto y dos horas diferentes en la foto fue tomada ¡Cambio el color de la tortuga! Y eso fue porque absorbió el agua que pude haber puesto.



Después de tres días vigilando a nuestra adorada Tori-chan (¡Así se llama!) me asomé a ver el primer retoño que salía, una cosita en forma de hilito blanco que se liberaba de las semillas y que no se aprecia en la foto, pero que me puso tan feliz como tienen ni la más mínima idea.

Y entonces, el día esperado… ¡Llegó! Después de otro rato, los primeros colores verdes, aparecieron repentinamente cuando me asomé a verla después de una de mis noches madrugadas de descanso. La foto, tampoco es buena, pero se asoma lo verde por ahí.

¡Y finalmente! -Tambores por favor- ¡Llegamos al día de hoy! Éstas son las fotos recién tomadas de Tori-chan. ¡Sus primeras hojitas verdes han llegado!
Nota: Mi padre alivió mi ignorancia, cuando me dijo que no era pasto, son tréboles.

¡Aplausos para Tori-chan!





























¡Pero, esto todavía no acaba! Aun falta que se llene totalmente de verdes tréboles!

Nos vemos en el siguiente informe de Tori-chan y el proyecto germinar.

^-^

7 de mayo de 2011

El corazón de hielo


Ésta imagen fue tomada de improviso. Estaba sentada en una mesa cuando la persona que me acompañaba se estaba sirviendo de beber, aunque lo primero que hizo, fue obviamente colocar los hielos. Estaba mirando la forma en la que servía, hasta que no sé por qué razón se me ocurrió fijar toda mi atención en la forma del hielo, riéndome cuando le encontré la forma de corazón.

Por supuesto, no pude dejar de fotografiar ese momento, después de mostrar ese descubrimiento de momento. Creo que esta fotografía es la que demuestra que hay detalles pequeños que son hermosos, que aparecen repentinamente para sacarte una sonrisa. Dicen que lo más divertido de la vida es que suceden cosas inesperadas. Y creo que ésta es una prueba de ello.


5 de mayo de 2011

Regálame una foto

¡Hola! Dándome una vuelta rápida para anunciar que gracias a Laura, todos los del equipo que incluye el proyecto de Adictos a la escritura y los participantes, se ha creado el recopilatorio del mes de marzo, “Regálame una foto” ¡Muchas felicidades a todos por lograrlo un mes más!

El proyecto consistía en intercambiarse fotografías y a base de esto, crear un relato o lo que les inspirara.

Con la portada de Karol Scandiu. (¡Felicidades también!) Anímense a descargarlo, seguro pasaran un buen rato leyendo estos relatos de todos los participantes.





3 de mayo de 2011

De la vida diaria


~Proyecto: Germinar~


Sep. Sigo fastidiando con esto de las secciones. Aunque esta no tiene alguna imagen en especial, creo que es porque aquí también voy a andar colgando imágenes de lo que hago con el tiempo que me rodea y sobre todo, de algunas cosas que no tienen mucho de grandioso. Mi vida no es precisamente una espectacular, jajajaja, pero como siempre, todos tenemos una que queremos vivir.

¡Pues bien…! Mis pequeños pedazos de vida irán siendo colocados en este pedacito de espacio… ¡Y hoy comenzaremos!

A esto le llamo: “El reto del fracaso en la infancia” y… “Estoy medio loca… pero, me divierto.”

¡Verán! Cuando yo era niña, llegué a comprar, aquellos muñecos hechos de no sé qué, pero en los que crecía pasto (Usualmente, lo más comunes eran la cara de un niño o de un hombre, a los que le crecía “cabello”). Bueno, pero como normalmente no me suelo dar a explicar en palabras, aquí va la imagen de lo que es en realidad.


No sé si alguien más los llegó a tener, pero el hecho es que jamás en infancia logré hacer que el pasto creciera decentemente, porque… soy mala para la jardinería. Soy una asesina de plantas o algo así.

¡En fin! El caso es que compré uno de esos y ahora mismo quiero saber si esta vez lograré hacer que germinen con éxito, por eso, tomaré fotos de cómo vayan evolucionando las cosas y al final, no seré la única que descubrirá si fracasé o triunfé.

¡Aquí va todo!



Día 1. El objeto en cuestión.

Aquí lo tienen… la torturga que se llenara de verde, si todo sale bien… ¡Deséenme suerte!





La parte que será verde.




Y ésta... me gustaba como se veía de cabeza, jajaja.